Por Daniel Gómez y Federico Fillat
REVISTA PASTOS, nº 46(1): 41-42. JUNIO 2016 (publicada en abril de 2017)
Todos los que conocimos a Pedro Montserrat y especialmente quienes lo hicieron a través de la SEEP, constataron su interés apasionado por los pastos y la ganadería. Esta predilección parecería natural y poco relevante porque, al fin y al cabo, ese era el tema central de la investigación pro-movida por la Sociedad de la que había sido inspirador y cofundador.
Pero Montserrat provenía de las disciplinas de Ciencias Naturales y su gran vocación y objeto de sus primeras investigaciones, allá por los años cincuenta del pasado siglo, era la botánica que podríamos considerar más clásica, es decir la florística, la corología, la autoecología y la taxonomía de las plantas. En aquella época, y aun después a lo largo de varias dé-cadas, el “pastoreo” apenas era considerado en el entorno académico de la Biología, la Fitosociología y la Ecología vegetal de nuestro país más allá que como un “agente perturbador” de las comunidades vegetales, y el estudio de los herbívoros domésticos, desde cualquier perspectiva, se consideraba ajeno a la investigación en esos ámbitos.